SOLTAR PARA CRECER
Muchas
veces no entendemos lo necesario de nuestros errores y lo importante que es
crecer espiritualmente, esto me hace recordar que debemos ir desarrollándonos mediante
la voluntad y al tiempo de Dios. Eclesiastés 3:1 cita que todo tiene su momento oportuno, hay un
tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo.
Somos como árboles
plantados, que deben ser procesados en
diferentes estaciones para llegar a ser un árbol fructífero y fuerte y para eso
también hay un tiempo, es necesario pasar por cambios de ciclos como la
primavera, el otoño, el verano y porque no el invierno, para poder llegar a ser
lo que necesitamos ser al final de este.
De estas estaciones hay dos en particular que llaman mi atención y
es el otoño y la primavera, en otoño el árbol deber soltar todas sus hojas para
recibir la hermosa primavera, así es nuestro crecimiento, pasa lo mismo con
nosotros es importante dejar caer toda hoja que no necesitemos: problemas,
situación, frustración, pecado…, para que así venga lo nuevo de Dios, ¿cómo lo
hacemos? Entregándoselo a Él, aprendiendo a perdonar, reconociendo nuestros errores
(arrepentirnos) y caminando hacia delante sin mirar que o no perdimos. Quizá
esto no sea fácil y nos de miedo dejarlas caer porque pensamos que quedaremos
solos para siempre, pero hay algo que nos da esperanza de volver a florecer: la
primavera y esa primavera se llama DIOS , que aunque sientas que no esté en el proceso del otoño,
allí Él ha permanecido, preparando todas
la cosas, el tiempo , el momento exacto, para revestirte de paz, amor,
esperanza, pero sobre todo fortaleciendo cada una de tus ramas y raíces para
que des mucho más fruto del que ahora estas dando y así puedas alimentar a
otros.
El salmos 1:3 nos recuerda
“como el árbol
plantado a la orilla de un río
que, cuando llega su tiempo, da fruto
y sus hojas jamás se marchitan.
¡Todo cuanto hace prospera!”
plantado a la orilla de un río
que, cuando llega su tiempo, da fruto
y sus hojas jamás se marchitan.
¡Todo cuanto hace prospera!”
Llegará el otoño a nosotros pero jamás marchitaremos, porque
nuestra primavera es Dios que nos reviste con su Amor y Gracia.
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